Queridos amigos, deseo que tanto vosotros como vuestras familias y seres queridos os encontréis bien.
Quiero aprovechar este confinamiento para contaros una historia de de perros. Una vivida en primera persona. Mi historia
Hace 13 años que Milko llegó a mi vida. Las condiciones no eran las ideales pues tenía 7 semanas, y como muchos sabéis, los perros que se separan de su madre antes de las 8 semanas corren el riesgo de sentir mucho apego por quien les adopta.
Pese a esto no parecía que Milko sufriese mucho apego, pues era un cachorro muy activo que apenas dormía por el día y estaba todo el rato jugando con absolutamente todo. El papel higiénico, el mimbre de las sillas, las patas de las mesas, el mando a distancia, el cargador del móvil, y todo lo que se movía delante de él. Pises por doquier, pues el empapador (en aquel momento papel de periódico) también era un atractivo juguete que destrozar.
De aquel tiempo de “confinamiento”, Milko salía a pasear en brazos (una buena opción para los que tenéis cachorros), y yo hacía mi parte por acostumbrarle progresivamente al secador, aspiradora, ruidos repentinos como cosas que se caen, y rutinas de higiene: lavado de dientes, peinado, secado y un largo etc. También aproveché para enseñarle su nombre con una técnica que explico en mis clases y que se denomina el trébol de 4 hojas. Esta técnica permite evaluar qué es lo que más le gusta al perro (entre comida, juego con pelotas, tira y afloja, y el dueño), y utilizarlo para entrenarlo.
Cuando llegaron los primeros paseos en el suelo, Milko mostró una cara que no imaginaba, tenía pánico a los perros, pero también una enorme confianza en mí y en su agilidad. El corría y era el más rápido y una vez veía que ningún perro le alcanzaba, volvía a mí y seguíamos el paseo. Si no podía huir, se colocaba debajo de mis piernas.
Confieso que esta situación me preocupaba y dediqué muchísimas horas durante meses a buscar perros que mi perro tolerara y pasar tiempo con ellos. Buscar y fomentar buenas relaciones entre vuestros perros es uno de mis valores en el trabajo que desempeño hoy.
Poco a poco, día a día empezó a caer el muro y Milko empezó a interesarse por algunos perros, a vivir experiencias positivas y mejorar su gestión de las relaciones sociales con otros perros. Cuando llegó la revolución hormonal, se volvió más rebelde y, aunque había mejorado, desarrolló un miedo más potente hacia determinados perros, hasta el punto de huir sin pensar al verlos, o de ponerse reactivo si no podía huir. Recuerdo que tenía entre 8 meses y un año.
Yo sentía mucha impotencia cuando no me hacía caso en el parque y se iba a comer cualquier porquería o a jugar con lo que encontrara. Perseguía un olor sin mirar atrás y avanzaba a gran velocidad. Aún más impotencia sentía cuando huía despavorido tras ver a uno de los perros que temía y yo no sabía dónde podría buscarle. Entonces decidí prestar atención a mi perro, y le expliqué que yo no iba a permitir que le pasase nada. Mi perro me entendió, y no volvió a huir a ningún lugar que no fuera a mi lado. Esto se denomina huida lícita y es una de las cosas que recomiendo trabajar con un perro con miedo y tendencia a huir.
Cuando tenía 4 años llegó otro cambio. Me concedieron una beca en Granada para hacer mi doctorado. Así que allá nos fuimos. La adaptación fue buena, pero tras irme de estancia y separarme de Milko durante meses intermitentes, apareció un problema diferente. El miedo a los perros había vuelto a aparecer y además apareció la ansiedad.
Fueron tiempos estresantes. El vecino se quejaba, Milko vomitaba, aullaba, rascaba… creía que se moría cuando yo me iba. Esta situación empezaba a irse de mis capacidades y decidí pedir ayuda a un profesional. Fue entonces cuando me di cuenta de que salvar esta situación no iba a ser cuestión de un día, y de que supondría un esfuerzo, también económico. Ya le había dedicado mucho tiempo y esfuerzo a mi perro y ahora habíamos vuelto para atrás, y lo peor es que estábamos ante un duro problema de ansiedad por separación.
Evalué la opción de hacer un curso profesional de adiestramiento canino, y así fue como empecé a buscar opciones y como presenté a Milko a examen. Un perro con ansiedad que saco más puntos que muchos de los pastores alemanes que ahí entrenaban (no pude contener las lágrimas en la última prueba). Después de esto, leí mi tesis, me convertí en doctora, y aunque esto fue muy satisfactorio, la emoción que sentí el día que me presenté con mi perro a examen había sido mayor. Por eso decidí volver a prestar atención a mi perro y ayudar a otros. Comencé a formar grupos sociales y a maravillarme de cómo mejoran sus capacidades con la ayuda de un grupo de congéneres. Cómo se entienden, y cómo se aportan, cómo saben con quién y cómo, de qué manera se apoyan ante las dificultades en el paseo diario. Cómo se alegran al verse, hasta los más inexpresivos, y cómo cambian y mejoran otras habilidades que aparentemente no tienen una relación directa con el ámbito social.
Por todo esto, ahora, en estos días de confinamiento, soy plenamente consciente del gran valor que tienen el grupo y los amigos en mi propio perro. Y no solo porque eche de menos estar con ellos, que sin duda lo hace, sino por su comportamiento ante la vida, que ahora tengo la suerte de observar sin descanso. Milko es un perro que pasea seguro ante la presencia de cualquier tipo de perro. Tiene días malos por su artrosis, pero nada que ver con el miedo que tenía antes. Convive con un gato que le da tobas y no solo las aguanta, sino que muestra con él una comunicación sorprendente y una seguridad que hace años no hubiera imaginado. Coge juguetes de gran tamaño empoderándose de su boca. Interactúa con objetos ruidosos y es capaz de mover muebles por conseguir una bolita de pienso debajo de uno de ellos (otras veces ladra para que se la saque yo…). Se independiza en casa y a veces busca su descanso en lugares aislados. Es un perro muy autónomo y sin duda es un perro mucho más seguro que aquel que se escondía debajo de mis piernas, o aquel que temía en Granada quedarse solo. Y es así en un alto porcentaje gracias al grupo, gracias a todos los perros que vienen a la escuela, que sin ser perfectos, tampoco lo es el mío, aportan su granito de arena al equipo y se ayudan unos a otros de una forma enorme, mucho más valiosa que la que yo soy capaz de expresaros.
Quiero daros las gracias a todos, por dejar que vuestros perros ayuden al mío y sean ayudados a la vez por el resto de perros con los que vienen a los paseos. Entre vosotros en mayoría no os conocéis, pero conocéis a los perros, por las fotos, por un momento de paso, o por alguna actividad y yo os puedo decir que sois todos maravillosos y estoy muy contenta de contar con vosotros y tratar con vuestros perros.
Quiero recordaros que sigo aquí, que os sintáis libres de llamar y preguntar algo sobre vuestros perros, si queréis que os explique algún ejercicio individualizado para poder darles actividad y desarrollar habilidades y aprendizaje individual estos días de encierro. Si tenéis ideas o algún deseo particular y queréis que planteemos alguna clase especial a la vuelta de estas “vacaciones” porque habéis visto que le podría venir bien a vuestro perro, decidmelo y lo diseñaré encantada.
Con todo mi cariño, espero que estos días sean lo más llevaderos posible y podáis sacar la parte buena que siempre hay en todo proceso.
Un abrazo,
Ío Alma
Aprovecho para dejaros algunos juegos y material útil para utilizar con vuestros perros, estos días y siempre
Juego de inteligencia:
– tu pero juega contigo
– vínculo
– autocontrol
– concentración